07 noviembre 2011

Rebecca, 1940



Si tuviera que elegir una película entre la larga lista que guardan los libros de filmografía, seguramente me quedaría con esta de Hitchcock. No porque sea la mejor película del cine, sino porque tiene algo que la define como la película más cinematográfica de la historia: su atmósfera, mágica y en blanco y negro, que sugiere que hay vida detrás de la pantalla. Una historia lúgubre repleta de palabras no dichas, de imágenes ocultas. Esa habitación intacta mostrada por la que idolatra al ángel caído...

Argumento

En Montecarlo, una joven e inocente dama de compañía (Joan Fontaine), conoce a Maximilian de Winter (Laurence Olivier), aristócrata inglés que se recupera de la muerte de su esposa, Rebecca, en extrañas circunstancias. La joven se enamora casi inmediatamente del aristócrata y, de manera inesperada, el señor De Winter le propone matrimonio. Los recién casados se van a vivir a Maderley, en Cornualles, Inglaterra, donde la sombra de la anterior señora de Winter, sigue presente en cada rincón y en el recuerdo de todos los que la conocieron.


AÑO: 1940
DURACIÓN: 130 min
GÉNERO: Drama y Suspense
PAÍS: Estados Unidos
DIRECTOR: Alfred Hitchcock         
GUIÓN: Robert E. Sherwood y Joan Harrison, sobre la novela homónima de Daphne du Maurier
REPARTO: Laurence Olivier, Joan Fontaine, George Sanders, Judith Anderson
Una producción de Selznick International Pictures
Oscar a la mejor película, 1940

Muchas veces me he preguntado por qué Daphne du Maurier no puso nombre a la segunda señora De Winter. Supongo que pretendía poner énfasis en el nombre de la primera, Rebecca. Y su nombre está presente por todas partes en aquella casa, en los pañuelos, las servilletas, el papel de carta y los sobres. En las sábanas de su cama... 

Lo más inquietante de esta historia es el protagonismo que otorga Hitchcock a un personaje ausente durante toda la cinta. La sombra de Rebecca se pasea por Mandeley ante la temerosa y acobardada señora De Winter. Dirige las vidas de todos desde el más allá con una sutil y diabólica indiferencia.


Mi escena favorita: La joven señora De Winter entra a escondidas en la habitación de Rebecca. Al fondo de la imagen la cortina trasparente tras la que se esconde la cama, de fondo la música del fantasma de la muerta. El miedo a tocar nada, a ser reprendida por su osadía, la sensación de ser vigilada. Un golpe de la ventana y la imagen recortada de la Señora Danvers tras la cortina trasparente.

“Anoche soñé que volvía a Manderley...”


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