Si tuviera que elegir una película entre la larga lista que guardan los libros de filmografía, seguramente me quedaría con esta de Hitchcock. No porque sea la mejor película del cine, sino porque tiene algo que la define como la película más cinematográfica de la historia: su atmósfera, mágica y en blanco y negro, que sugiere que hay vida detrás de la pantalla. Una historia lúgubre repleta de palabras no dichas, de imágenes ocultas. Esa habitación intacta mostrada por la que idolatra al ángel caído...
Argumento

AÑO: 1940
DURACIÓN: 130 min
GÉNERO: Drama y Suspense
PAÍS: Estados Unidos
DIRECTOR: Alfred Hitchcock
GUIÓN: Robert E. Sherwood y Joan Harrison, sobre la novela homónima de Daphne du Maurier
REPARTO: Laurence Olivier, Joan Fontaine, George Sanders, Judith Anderson
Una producción de Selznick International Pictures
Oscar a la mejor película, 1940
Muchas veces me he preguntado por qué Daphne du Maurier no puso nombre a la segunda señora De Winter. Supongo que pretendía poner énfasis en el nombre de la primera, Rebecca. Y su nombre está presente por todas partes en aquella casa, en los pañuelos, las servilletas, el papel de carta y los sobres. En las sábanas de su cama...
Lo más inquietante de esta historia es el protagonismo que otorga Hitchcock a un personaje ausente durante toda la cinta. La sombra de Rebecca se pasea por Mandeley ante la temerosa y acobardada señora De Winter. Dirige las vidas de todos desde el más allá con una sutil y diabólica indiferencia.

“Anoche soñé que volvía a Manderley...”
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